17 dic 2013

Capítulo 6.

A la mañana del día siguiente empezaban las clases.
Comencé a oír movimiento a las 6 y media de la mañana, probablemente de chicas que no querían tener que hacer cola para ducharse.
Oía pasos que iban y venían de un lado del pasillo al otro. Pero como no era de las que les gustaba madrugar, no me moví de mi cama. Ni pensaba hacerlo hasta que el despertador no hubiese sonado por lo menos 3 veces. A mi que me dejasen dormir como un lirón hasta que yo vea que tengo tiempo de levantarme, vestirme y llegar a tiempo al desayuno. Una vez hasta le propuse a Sylvain que los alumnos pudiesen bajar al desayuno en pijama pero, como era de esperar, se negó rotundamente.
Me dí la vuelta en la cama y me quedé mirando hacia la pared, intentando quedarme dormida de nuevo y deseando que las chicas de ese internado no fuesen tan molestas. No tardé mucho en volver a quedarme frita, pero a los 5 minutos o así la puerta de mi habitación se abrió de par en par, golpeando la pared que había detrás.
-¡BUENOS DIAAAAAAAAAS! –gritó Soph.
Cogí las sábanas y me las puse por encima de la cabeza.
-Un día te voy a llevar a que te extraigan las cuerdas vocales o te corten la lengua.

Noté como un cuerpo se tiraba encima mío y luego otro.
Yo solté un grito de queja. Ah, muy bien, osea que no era una persona la que venía a molestar, sino dos.
-Tú tranquila Soph, que si acabas sin poder gritar, yo te sustituiré –prometió Alec.- Me encanta los gritos que pega Crys cuando esta molesta.
Su voz sonó muy cerca de mi oreja, así que supuse que estaba echado a mi otro lado de mi cama, y que sus pies estaban encima mío.
-Te puedo prometer que los mordiscos que doy cuando estoy molesta no te van a encantar tanto –solté vagamente desde debajo de las sábanas.
-¿Qué mordiscos vas a pegar tú con esta vaguería? –se mofó Soph- ¡DESPIERTA CRYSTAL HELEN CASSEL! ¡HORA DE DESAYUNAAAAAAAAAAAR!
Soph estaba completamente encima mí, y ahora había empezado a zarandearme bruscamente.
Y me estaba chillando en pleno oído.
-¡QUE SINO ZELANZY SE VA A COGER UN CABREO DE MIL DEMONIOS COMO VEA QUE NO ESTAS PUNTU…!
Me enderecé rápidamente de la cama, lo que provocó que al segundo escuchase un ruido sordo, y que los pies de Sophie acabasen apoyados en el borde de mi cama y ella, por pesada, en el suelo.
Alec empezó a destornillarse de risa.
-Capulla, mañana tendré un huevo en la cabeza –se quejó mientras rodaba sobre sí misma y se quedaba boca abajo, agarrando la parte de atrás de la cabeza.
-Es el karma. Ahora…¡FUERA DE MI HABITACIÓN, QUE QUIERO DORMIR!
La puerta seguía abierta, y algunas personas se había parado para asomarse dentro mientras iban de camino a sus dormitorios. Incluso veía pasar algún chico. No es que precisamente estuviese muy controlado eso de que cada uno estuviese en su ala.
-Ni hablar, pequeñaja, hora de levantarse. –dijo Alec, y me cogió de un pie.
Empezó a tirar de mi hacia fuera de la cama pero yo me agarré a la cabecera.
-Soph, como no te quites, te va a caer encima –le advirtió.
-No serías capaz –giré la cabeza por encima de mi hombro para fulminarle con la mirada. Aunque dudaba mucho que pudiese ver mi cara, pues las persianas seguían bajadas. Menos mal, sino me hubiese quedado ciega encima de todo.
Como respuesta, estiró un poco más hacia fuera. Se me soltaron algunos dedos.
-¡ALEC, SUELTAME! ¿QUÉ HAY DE MALO EN QUE QUIERA DORMIR UN POCO MÁS?
-Tus vacaciones se acabaron, Crys.
Soph me cogió del otro pie y empezó a hacerme cosquillas, pero me removí fuertemente y conseguí zafarme de ella. Quedaba el fuerte de Alec.
-Oh, por favor. Si estáis intentando que salga de la cama por la fuerza, id olvidándolo porque es imposible.
Volví a mirar por encima de mi hombro y vi a Nat en el umbral de la puerta. Ya estaba vestida y perfectamente arreglada. Como no. Detrás de ella estaba Ethan, mirando la escena divertido.
-Ya habéis oído, o me soltáis o acabo pegándoos una patada.
-Si, tened mucho cuidado no vaya a ser que os deje inconscientes –oí que decía Ethan.
-A lo mejor si, Bennett, pero no a ellos. –refunfuñé.
-Míralo por el lado positivo Cassel, si te siguen estirando así, puede que te hagan más alta.
Y con las mismas se fueron riendo.
-Neuronas es lo que le tendrían que crecer a él, que anda bastante escaso.
Como había aflojado un poco el agarre, Alec aprovechó para dar el último tirón y tirarme al suelo. Caí con todo el costado.
-Coincido. Ahora, para abajo.
-Si, mami. –le saqué la lengua.- Ahora, como mañana me montéis el mismo numerito, le digo a Sylvain que me ponga un candado en la puerta.
Sophie me ayudó a levantarme.
-Esto no son buenos días. Me duele todo –me estiré hacia atrás, haciendo un mini arco con mi espalda.
-Se siente, dormir tanto te hace estar más empanada todo el día. Así que ya sabes, mañana a despertarse tempranito.
-Si, papi.
Cogió un cojín y me lo estampó en la cara antes de salir por la puerta detrás de Alec.
Qué buenos despertares.


Me había dado tiempo de ducharme, vestirme con el uniforme del colegio, secarme el pelo y peinarme. La verdad era que tenía bastante suerte de que tuviese un cuarto de baño para mí sola. Ventajas de vivir allí.
Ordené un poco el cuarto. Recogí la ropa que estaba por los suelos y metí en mi mochila los libros que iba a tener que utilizar.
También guardé en mi cajón del escritorio mi iPod con los auriculares. Otra ventaja de vivir allí. Pero Sylvain solo me dejaba utilizarlo cuando estábamos de vacaciones y los alumnos de Cimmeria no estaban. Para ‘estar todos igualados’ había dicho. Se suponía que no se permitían dispositivos electrónicos en el internado, pero lo que Sylvain no sabía ni se molestaría en averiguar era que los alumnos si que se los llevaban. Móviles no, no había cobertura. Pero mp3 y iPhods igual que el mío si. Lo que pasaba era que tenían muchísimo cuidado de esconderse muy bien cuando querían escuchar música.
Cuando me castigaban, me los llevaba para escuchar música dismuladamente. Nunca me habían pillado, tampoco mostraban demasiado interés en hacerlo.
Aún así, yo también tenía mi propio escondite secreto. No se lo había dicho ni a Sophie ni a Maica. Y mucho menos a Natalie.
Cuando quería estar sola, subía al tejado. Visto desde fuera, es casi imposible. Pero con los años fui cogiendo práctica y acabó convirtiéndose en mi sitio favorito de toda Cimmeria, después del jardín trasero.

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