A la mañana del día siguiente empezaban las clases.
Comencé a oír movimiento a las 6 y media de la mañana, probablemente de chicas que no querían tener que hacer cola para ducharse.
Oía pasos que iban y venían de un lado del pasillo al otro. Pero como no era de las que les gustaba madrugar, no me moví de mi cama. Ni pensaba hacerlo hasta que el despertador no hubiese sonado por lo menos 3 veces. A mi que me dejasen dormir como un lirón hasta que yo vea que tengo tiempo de levantarme, vestirme y llegar a tiempo al desayuno. Una vez hasta le propuse a Sylvain que los alumnos pudiesen bajar al desayuno en pijama pero, como era de esperar, se negó rotundamente.
Me dí la vuelta en la cama y me quedé mirando hacia la pared, intentando quedarme dormida de nuevo y deseando que las chicas de ese internado no fuesen tan molestas. No tardé mucho en volver a quedarme frita, pero a los 5 minutos o así la puerta de mi habitación se abrió de par en par, golpeando la pared que había detrás.
-¡BUENOS DIAAAAAAAAAS! –gritó Soph.
Cogí las sábanas y me las puse por encima de la cabeza.
-Un día te voy a llevar a que te extraigan las cuerdas vocales o te corten la lengua.