17 dic 2013

Capítulo 4.

Busqué a Maica y a Soph durante un rato por la planta baja del internado, y cuando salí del comedor y vi que no había ni rastro de ellas por ningún lado, decidí subir a las habitaciones que es dónde seguramente estarían.
Tonta de mí. La verdad es que a veces me sorprendía a mí misma mi forma ilógica de pensar las cosas. Haber, habían venido a quedarse todo un trimestre, conociéndolas llevarías 50 kilos de ropa a pesar de que teníamos que llevar uniforme, y no creo que precisamente les gustase tener que cargar con sus maletas hasta la hora de la comida.
Iba tan inmersa en mis pensamientos que, en las escaleras, volví nuevamente a chocarme con alguien.
No, si la cosa hoy iba de golpes. Y encima ahora ni siquiera iba corriendo.
Torpe.
-¡Eh! ¡Mira por donde vas Cassel!
Oh, no. Encima éste ahora no por dios, que me pego un tiro.
Retrocí un paso para verle la cara mejor y no tener que estar hablándole a sus pies. Aunque de todas formas daba igual, me sacaba una cabeza.
-Y yo que tenía la ligera esperanza de no tener que volver a verte la cara este año. –le respondí con mala cara.

Ethan Bennett era bastante guapo. Tenía el pelo rubio oro, no muy corto pero no tan largo como para que le molestase en los ojos, solo lo suficiente como para notar que le había crecido en el verano. Era alto, muy alto, y su figura no estaba para nada mal. Y sus ojos eran azules, pero no azules grisáceos como tal vez los mios, si no azules intensos que estaban rodeados por unas pestañas espesas y largas. Bueno quizá ‘bastante guapo’ se le quedaba algo corto para él. Pero para las otras chicas del internado, claro. A mi él no me importaba como se viese, ni nunca me importará. Lo único que su cerebro procesaba y le mandaba a su boca a decir eran gilipolleces.
-Extraño, usualmente lo único que salen de los labios de las jovencitas de hoy en día suele ser lo contrario a lo que tu dices.
-Pues alégrate de que yo no sea como las otras ‘jovencitas’.
¿Quién de este siglo en su sano juicio utiliza la palabra ‘jovencitas’?
-No creo ni que llegues a ser una. –pasó a mi lado picándome y siguiendo su camino como si tal.
Yo me quedé allí con la boca abierta. No se iba a llevar la última palabra.
-¡Que te den, Bennett! –le grité subiendo los escalones, pisando tal vez demasiado fuerte.
-¡Con gusto! –le oí decir a lo lejos.
Puse los ojos en blanco. Qué exasperación de chaval. Llegué a la puerta de la habitación de Soph primero, pero pasé de llamar a la puerta. La consecuencia es que casi la pillo en sujetador. Menos mal que no había nadie en el pasillo.
-La próxima vez llama a la puerta, no sé, para mayor seguridad. –me aconseja alzando una ceja.
-Lo que tú digas. –y me tiré de plancha a su cama mientras le cogía su peluche favorito.
Se trataba de un osito panda muy, muy, muy suave. De esos que te pasarías la vida restregándotelos por la mejilla.
-¿Y ese comportamiento?
-Me acabo de topar con Bennett. Hablar con él 5 minutos y ya es estar agotada durante todo el día.
Sophie me miró con una sonrisa de oreja a oreja y alzando las cejas varias veces.
-¿Qué? ¿Por qué me miras así? Me estas dando miedo.
Se rió y se tiró a mi lado en la cama.
-Tonta. Te miraba así porque yo sé que en el fondo os gustáis.
Casi hago que se trague el peluche-panda.
-Ni que coña Soph. Cada vez que nos cruzamos empezamos una guerra de insultos. Además, ¿¡cómo se te ha podido ocurrir eso!? ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amiga?
Ella rodó los ojos.
-Los que se pelean se desean, los que se pelean se desean… –empezó a canturrear por toda la habitación.
-Oh, venga ya, eso es demasiado infantil incluso para ti.
-Los que se pelean se desean, los que se pelean se desean…
-Soph, o te callas tú o te callo yo. Y créeme, como te calle yo vas a estar escupiendo pelo de peluche durante una semana.
-Los que pelean se desean…
-¡Calla ya! –me levanté por el lado derecho de la cama bruscamente y fui hacia ella. Pegó un grito y se fue por el lado izquierdo, quedando enfrente de mi, con la cama de por medio.
Maldita sea el día que decidió ponerla prácticamente en medio de la habitación.
-¿Vas a estarte calladita y dejar de insinuar cosas que sabes que nunca van a ocurrir a menos que aparezca Peter Pan y nos lleve a todos al país de Nunca jamás?
-Voy a hacer como que lo que has dicho no lo he oido. Y, respondiendo a tu pregunta… -me guió un ojo.- No. ¡LOS QUE SE PELEAN SE DESEAN! ¡LOS QUE SE PELEAN SE DESEAN!
Por favor, la madre que parió a esta muchacha. Parecíamos dos crías de primaria.
Me tiré encima de la cama y logré agarrar parte de su camiseta, pero la muy capulla intentó morderme y tuve que soltarla.
-¡Te voy a matar!
Justo en ese momento Maica entró por la puerta y Soph se fue riendo a esconderse detrás de ella, su pelo pelirrojo revuelto, rizos por todos lados.
-¿Se puede saber que mierda hacéis? –preguntó con las manos en las caderas. Ahora mismo se parecía un montón a su madre.- Casí derrumbais las paredes con vuestro gritos. ¡Os he oído y estoy a 3 habitaciones más al fondo!
-Es su culpa. –decimos las dos a la vez señalándonos.
A veces nos comportábamos más como hermanas que como amigas. Aunque la verdad es que éramos casi eso.
Maica alzó las cejas.
-¡Isinuó que Bennett y yo nos gustamos! –me indigné.
Maica se giró en redondo hacia Sophie.
-Está bien, estoy de su parte, es tú culpa. Ahora, Crys… -se apartó- te doy permiso para matarla.
Nos reimos y Soph de quedo con cara de ‘¿me lo estás diciendo en serio?’.
-Joder, que no es tan imposible.
-Cierto, es más que eso. –puntualicé.
La pelirroja simplemente me fulminó con la mirada.
-¡Hora de comer, rolleras! –nos grita Alec al pasar por nuestra puerta. Seguramente estaba ayudando a su hermana a desempacar.
-Ya hablaremos. –me acusa con un dedo Soph.
-No hay nada –le bajé el dedo- de qué hablar.
-Tú solo recuerda lo que te he dicho.
-Cambiando de tema, hay un chico nuevo muy majo, es Holandés.
-¡Así que era eso, puta! ¡Ya tienes echado el ojo a alguien!
-¿Tienes que estar siempre chillando?
-Si, ahora responde.
-No. Osea es mono, pero no me gusta, casi no le conozco. Lo veo más como tu tipo.
-Yo paso de Holandeses.
-Ya veremos.
-¿Esta es tu venganza?
-Puede ser.
-Te odio.
-Me amas.
-Lo sé, y eso es lo que detesto.
Reímos y entramos al bullicio del comedor .

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